Smoke me

Debería haber apagado ese cigarro antes de que llegara al filtro, decías después de tirarlo al suelo. 
El final del cigarro es siempre lo peor de todo. Como el amor cuando acaba. Cuando le das la primera calada a un nuevo amor siempre sabe a gloria, y al final de todo, cuando no quedan más que las letras de ese antiguo nuevo amor, es cuando lo intentas aprovechar al máximo, cuando tiras y tiras con la esperanza de que no se apague del todo, esperando que te siga sabiendo a cielo, justo como al principio. Es entonces cuando te das cuenta de que cuanto más tiras para reanimarlo, peor sabor de boca te queda. Como siempre dije, tu vicio se parecía demasiado al mío. El tuyo mataba, y el mío me demostró que si no te dejaba también lo acabaría haciendo. Tú no podías vivir sin tu mechero y tus pitis; yo, sin embargo, no sabía hacerlo sin ti. 
Pero de todo se sale. Tú acabarás por no comprar un nuevo paquete en el bar de la esquina cuando llegue una que te haga elegir entre caminar al ritmo de sus caderas o caminar abrazado a tu tabaco. Y yo hace ya bastante que dejé de depender de si subes o bajas, si vuelves o de si sigues teniendo el mismo humor de perros cuando te levantas. 
Al fin y al cabo, uno de tus defectos era fumar y una de tus virtudes el olor a tabaco que desprendías. Contradicciones locas. Amores de bolsillo. Copas de una noche y recuerdos de dos.

MY SISTER'S TUMBLR & MINE